El segundo milagro de la cruz
El milagro de la redención
Jesús fue maltratado hasta sangrar
El diablo es quien te acusa
Tu documento probatorio fue clavado en la cruz
La sangre de Cristo te libera de toda acusación
Jesús fue maltratado hasta sangrar
Los soldados arrestaron a Jesús. Lo llevaron primero a la casa de Anás, el antiguo sumo sacerdote, porque los miembros del consejo y tribunal supremo judío, el Sanedrín, exigían oficialmente dos audiencias separadas para poder dictar una sentencia de muerte. Después de una noche en vela y su atroz agonía espiritual en su lucha contra el pecado, Jesús debía de estar agotado.
El interrogatorio de Anás se centró en dos puntos: los discípulos de Jesús y su doctrina. ¿Hasta dónde llegaba el éxito de Jesús? ¿Tenía muchos discípulos? ¿Los había instruido quizás para empezar una revuelta? Sin embargo, Jesús no contestó a la pregunta acerca de sus discípulos. ¿Le iba a contar que uno le había traicionado, que todos los demás huyeron y que Pedro estaba a punto de negarle de una forma radical? No, Jesús protegió a sus discípulos callándose.
Entonces dijo Jesús de repente: «Pero ¿por qué me haces a mí esa pregunta? Pregúntales a los que me oyeron, ellos saben lo que dije’27. Uno de los guardias le golpeó en la cara, puede que con un palo, y le dijo: «¡Así no se le habla al sumo sacerdote!’. Esta fue la primera, pero no la última vez que le pegaron a Jesús sin motivo, como ya había profetizado Miqueas: ‘Con vara golpearán en la mejilla al gobernante de Israel’28. Jesús contestó: ‘Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?29?’ El guardia se calló. Anás ordenó que atasen de nuevo a Jesús y lo envió al sumo sacerdote Caifás, que mientras tanto había convocado a los miembros del Sanedrín.
Jesús durante el interrogatorio fue maltratado hasta sangrar, sin defenderse y en tu lugar, por amor a ti, para liberarte de toda acusación del maligno.