Jesús fue maltratado hasta sangrar

Los soldados arrestaron a Jesús. Lo llevaron primero a la casa de Anás, el antiguo sumo sacerdote, porque los miembros del consejo y tribunal supremo judío, el Sanedrín, exigían oficialmente dos audiencias separadas para poder dictar una sentencia de muerte. Después de una noche en vela y su atroz agonía espiritual en su lucha contra el pecado, Jesús debía de estar agotado.

El interrogatorio de Anás se centró en dos puntos: los discípulos de Jesús y su doctrina. ¿Hasta dónde llegaba el éxito de Jesús? ¿Tenía muchos discípulos? ¿Los había instruido quizás para empezar una revuelta? Sin embargo, Jesús no contestó a la pregunta acerca de sus discípulos. ¿Le iba a contar que uno le había traicionado, que todos los demás huyeron y que Pedro estaba a punto de negarle de una forma radical? No, Jesús protegió a sus discípulos callándose.

Entonces dijo Jesús de repente: «Pero ¿por qué me haces a mí esa pregunta? Pregúntales a los que me oyeron, ellos saben lo que dije’27. Uno de los guardias le golpeó en la cara, puede que con un palo, y le dijo: «¡Así no se le habla al sumo sacerdote!’. Esta fue la primera, pero no la última vez que le pegaron a Jesús sin motivo, como ya había profetizado Miqueas: ‘Con vara golpearán en la mejilla al gobernante de Israel’28. Jesús contestó: ‘Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?29?’ El guardia se calló. Anás ordenó que atasen de nuevo a Jesús y lo envió al sumo sacerdote Caifás, que mientras tanto había convocado a los miembros del Sanedrín.

Jesús durante el interrogatorio fue maltratado hasta sangrar, sin defenderse y en tu lugar, por amor a ti, para liberarte de toda acusación del maligno.

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