Adam-Adamá-Dam

En Génesis leemos que Dios formó a Adán de la tierra. Desde un punto de vista lingüístico, hay una conexión entre el vocablo hebreo adam ‘hombre’, que corresponde al nombre propio Adán, y adamá ‘tierra marrón rojiza’. Leemos cómo Dios creó a Adán del polvo que tomó de la tierra: ‘Entonces, del polvo de la tierra Dios, el Señor, formó al hombre e infundió en su nariz aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser con vida’6.

Todos nosotros somos hijos de Adán. Hemos sido creados del polvo y volveremos al polvo.7. Por haber incurrido Adán en pecado, este entró en el mundo y penetró completamente en nuestra adamá, nuestra naturaleza humana. En resumen: por culpa de un hombre, Adán, el pecado entró en el mundo y la muerte es la consecuencia lógica del pecado. La muerte se extendió a todos los hombres porque todos pecaron’ 8.

Después de la caída de Adán, el pecado y la muerte se hicieron dueños del hombre. Nuestra naturaleza, que tuvo un origen divino, degeneró en nuestra naturaleza pecadora actual: ‘Todos se han desviado; todos a una se han corrompido. No hay nadie que haga el bien; ¡ni siquiera hay uno solo!’9. Por eso Dios te invita a ser rociado con la sangre de Jesús! Si crees que Jesús dio su vida por ti, la sangre del Cordero te puede perdonar, limpiar, redimir, sanar, liberar y reconciliar con Dios, por lo que recibes una vida completamente nueva en Jesús.

Es interesante observar que el vocablo hebreo para sangre es dam. Se encuentra tanto en adam como en adamá. La dam del Señor Jesús quiere impregnar siete veces tu adamá, para que recibas el séptuple milagro de la cruz. Por el milagro de la cruz Dios nos transforma de hijos de Adán en hijos de Jesús!

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